
Todo lo que se pueda automatizar se va a automatizar. En este sentido si la robótica hace que la vida de las personas se simplifique, mejore y evolucione, bienvenida. Estamos en una etapa muy temprana de las habilidades de los robots, con lo que habrá que esperar un buen tiempo hasta que veamos robots muy omnipresentes. Creo conveniente, además, matizar la diferencia entre máquina y robot. Los robots son máquinas, pero las máquinas no son robots. En términos sencillos los robots tienen la capacidad de moverse autónomamente mientras que la máquina no. Lo increíble de esto es que el término robot se acuñó hace casi 100 años y recién ahora estamos presenciando su impacto en nuestra sociedad. Robot proviene del checo; robot que significa trabajo. Ironías aparte, si los robots terminan haciendo nuestro trabajo la ficción de Karel Capek será muy real (escritor en lengua checa que acuñó el término robot en la obra de teatro Robots Universales Rossum).
“No me fio de las máquinas. La tecnología no es neutra”, afirmó el filósofo Slavoj Zizek en Madrid la última semana de junio de este 2017. Seguramente hacia referencia a que la inteligencia artificial la carga un humano, y cada ser humano pertenece a una organización o institución o empresa con una visión del mundo. Incluso las ideologías, las religiones, afectan de alguna manera u otra a la neutralidad. ¿Podemos asegurarnos de que la inteligencia artificial proporcionará el mayor beneficio posible a toda la humanidad? ¿Será el hombre capaz de mirar por un bien general por encima del interés particular? No se trata de crear una inteligencia artificial con un sentido de justicia. Dado que como decían los sofistas, la justicia es el hombre, y cada hombre es diferente. Ya se empieza a dedicar tiempo a sopesar los dilemas éticos de la inteligencia artificial. De lo que se trata es de garantizar que los sistemas entrenados con datos no incluyan los sesgos ideológicos humanos que podrían discriminar a los usuarios en el futuro. Esto requerirá un nuevo nivel de responsabilidad corporativa, política e institucional. Espero que exista un ámbito en que se pueda desarrollar una inteligencia artificial que mejore la condición humana en lugar de limitarla a generar beneficios financieros inmediatos de un nivel masivo de usuarios. El mayor beneficio es un progreso masivo de la humanidad a todo nivel y en todos los niveles.
Mientras que en el año 1970, el padre de la inteligencia artificial, el matemático Marvin Minsky aseguró que «cuando los ordenadores tomen el control, puede que no lo recuperemos. Sobreviviremos según su capricho. Con suerte, decidirán mantenernos como mascotas.» Lo dijo hace 46 años, pero parece que no podemos, no sabemos o no queremos prestar la suficiente atención ante ciertos mensajes o señales.
No todo es apocalíptico. Todo tiene dos caras y el progreso tiene una cara muy positiva. Lo cierto es que los robots harán prácticamente cualquier tarea. En la actualidad asisten a personas mayores, cortan el césped, limpian el suelo, atienden la recepción de hoteles, componen canciones o juegan al Go. Para facilitar las tareas del hogar llega un nuevo robot que planchará tu ropa, la doblará e incluso la perfumará en solo cuestión de segundos. Foldimate tiene una utilización tan sencilla que hasta los niños podrían utilizarla sin ningún problema.
No todo es negativo. El presidente de Baidu, Ya-Qin Zhang asegura que «la inteligencia artificial será como la electricidad, generará nuevos negocios en muchos sectores.
Los robots están más presentes en nuestro mundo de lo que conocemos. Desde el comienzo del siglo XXI, el ejército estadounidense ha desplegado miles de robots equipados con ametralladoras, cada uno capaz de localizar objetivos y apuntarlos sin la necesidad de implicación humana (sin embargo, no se les permite tirar del gatillo sin supervisión) y, mientras lees esto, hay robots en Japón, Estados Unidos y Europa que proporcionan atención a personas mayores o con algún tipo de discapacidad. Los automóviles auto conducidos siguen acumulado millones de kilómetros mientras toman decisiones autónomas que podrían afectar la seguridad de otros usuarios humanos.
AI.
El propio Minsky consideraba el cerebro como una máquina cuyas funciones podían ser estudiadas y emuladas por un ordenador. De hecho, en 1956, durante una conferencia impartida en la Universidad Dartmouth, presentó el término inteligencia artificial. Hace apenas 61 años. La mayoría de lectores de este post no había nacido aún.
El salto en las capacidades de las máquinas se resume en dos palabras: Inteligencia Artificial. Las máquinas que están desarrollando todas esas actividades lo hacen en base a la programación y a la información que cargó el hombre. Es cierto que algunas máquinas ya tienen la capacidad de aprender de su experiencia y también es cierto que muchos vaticinan que la inteligencia artificial autónoma vendrá mas pronto que tarde. Mientras, muchas máquinas ya son una marca, ya fueron creadas sobre una identidad. Más allá de que guste o no la identidad, hoy existe Watson, Pepper, Deep Blue, Da Vinci, Robocoach y otros. Hasta Alexa que es un asistente personal “inteligente” ya nació con una identidad. Su identidad es una realidad creada artificialmente, pero es real.
La inteligencia artificial está en la lista de prioridades de muchas de las empresas tecnológicas más influyentes del mundo, Baidu entre ellas. A tal punto que hoy ya existen escuelas virtuales que educan a inteligencias artificiales.
La diferencia principal entre “nosotros” y “ellos”, al menos de momento, es la capacidad de sentir. Un robot no puede empatizar, su capacidad emocional es nula, su creatividad está muy limitada y dependerá del tipo de sistema operativo instalado lo que lo pueda ser diferente o un clon más de muchos. Sería muy fructífero recordar a los niños y jóvenes que los robots nacen del resultado de la curiosidad, la imaginación y la creatividad humanas. Es el hombre el creador de la máquina. Las identidades se basan en muchos aspectos intangibles como la confianza, la honestidad, la autenticidad, la emoción, es interesante que sean conscientes de la importancia de la construcción de su identidad sobre todo la importancia que tendrá la misma en el futuro al que se dirigen.
¿Se puede legislar a la velocidad del progreso tecnológico?
La legislación en general viene casi con una década de retraso en relación a todos los avances en estas materias. Pero lo legislativo es una dimensión de tantas otras que conviene contemplar. La ética, la filosófica, incluso la emocional. Hasta que no haya “robots-humanos” (hoy existen los geminoides que están bastante cerca de ser eso) no seremos extendidamente conscientes de los desafíos que se plantean. Hoy se ve y se identifica claramente un robot. Quizás en el futuro en el que la fusión hombre-máquina se vea reflejada en robots en cuerpos de apariencia humano, esa necesidad podría tener mas sentido o no. ¿Acaso quien busca enamorarse necesita saber si se enamora de una persona o de un sistema operativo o simplemente quiere enamorarse?
Considero que hay muchas otras cuestiones mas relevantes desde lo legislativo a considerar: ¿Cuál es el marco ético de las máquinas? ¿Deben pagar seguridad social e IRPF? ¿Deben tener derechos? ¿Cuáles son sus obligaciones? ¿Se permitirá el casamiento entre hombre y máquina? ¿Podrán enseñar los robots en centros educativos? Y muchas más… Claro, en nuestro contexto, estas preguntas parecen más propias de una película de ciencia ficción, pero créanme, llegaremos a esas preguntas más pronto que tarde.
Uno de los rasgos característicos de nuestros niños es su ilimitada capacidad de curiosidad. Los niños son preguntadores seriales. Es por esto que volver a poner en valor la importancia de hacer y de hacernos preguntas se vuelve esencial. Esto abre la puerta a re educar la mente, el sistema. En esta era digital, donde impera lo artificial, volver a poner en valor la capacidad innata de los niños de crear, de imaginar, de re conectarse con su curiosidad, su autenticidad, su frescura real. Precisamente es la curiosidad la capacidad humana que está revolucionando la inteligencia artificial. Este don consigue que las máquinas exploren la realidad (¿qué es real y qué no?, me pregunto) sin tener en cuenta un objetivo concreto. Lo que les ayuda a aprender más cosas y más rápido.
A vueltas con la educación.
En muchos colegios creen que enseñando informática, a codificar y a usar tabletas los niños ya están en la era digital. Y no. Los niños deben aprender que la tecnología es un medio, no un fin. Ellos deben ser preparados para un mundo hacia el que se dirigen y que no existe. La tecnología en dicho futuro no será el factor diferencial, si lo serán sus habilidades sociales, su creatividad, su empatía y sobre todo el uso de la máquina más poderosa que conocemos en el actualidad: el cerebro humano. Es por ello que simplificar la transformación a usar la tecnología, sin más, no resulta esperanzador. La imaginación es mucho más poderosa que lo que llegamos a comprender. Afirmaba Albert Einstein que “la imaginación es más importante que el conocimiento.” Y tenía razón, pero sólo en parte.
El mismo Albert Einstein se lamentaba cuando veía el uso que se le estaba dando a sus descubrimientos. Si en vez de la bomba atómica hubiesen creado la bomba de amor, se planteaba, el mundo no estaría en estado de guerra permanente sino construyendo un planeta en paz, armonioso, colaborativo y poniendo en valor la diversidad. Enseñar desde pequeños a diferenciar entre el bien y el mal, lo responsable y lo que no lo es, es casi más importante que la educación en tecnología. Potenciar la imaginación, pero también a dudar, a entender el conocimiento como un proceso y no un destino. Nuestros niños antes de entender de tecnología tienen que entender de personas. Aspectos como la filosofía, la psicología, la sociología y la antropología deberían ser parte del combo de inmersión hacia el apasionante mundo del progreso tecnológico. No olvidemos que ños niños aprenden más rápido que las máquinas.
Observen a un adolescente con un Smartphone en la mano. Lo controlan a la perfección. Miren ahora al mismo adolescente frente a una situación de desamor, o de conflicto, o de dolor. Se encuentran ante un abismo de desolación. La tecnología es muy útil pero hay aspectos que no puede reemplazar, ni mucho menos solucionar. Al menos por ahora. Una de las voces más escuchadas de la comunidad tecnológica, Tim Cook, afirma «que quiere que la tecnología esté al servicio de la humanidad y no al revés». Para poder formar una ciudadanía crítica y participativa vamos a necesitar que cambien muchas cosas, no solo en la tecnología, sino en los planes educativos, en los profesores, en los padres y en la cultura y la mentalidad de nuestra sociedad en general.
Que lo real sea menos virtual que lo artificial.
Es igual de importante que otros. ¿Acaso es más importante el conocimiento de tecnología que de historia, de literatura, de matemática, biología o de ecología o de ingeniería? Nuestra sociedad dio un salto hacia la tecnología sin haber pasado por etapas necesarias para llegar mejor preparados a esta era. Uno de cada tres niños menores de cinco años nacidos en países en vías de desarrollo no existe oficialmente porque su nacimiento no fue registrado. Incluso aunque hayan sido registrados, muchos no disponen de pruebas de ello en forma de certificado de nacimiento. Su identidad es esencial para desenvolverse en este mundo. La tecnología puede ayudar a cambiar esto.
En resumen: somos lo que sentimos. Lo emocional es y será definitorio en la historia de nuestro futuro. La inteligencia emocional no solo no la enseñan las máquinas, sino que es difícil de asegurar que algún día puedan llegar a tenerla. Precisamente para desarrollar la inteligencia emocional hace falta recuperar un espacio para potenciar las habilidades sociales en los más jóvenes. Teniendo presente que los robots que conocemos siguen sin tener conciencia ni pueden pensar de manera independiente, ni sentir.
Siempre es prudente recordar que el tesoro de un país son sus niños y que la riqueza de un país está en el talento de su gente. Si revisamos el listado de los 10 países más innovadores del mundo (la Universidad Cornell, la escuela de negocios INSEAD y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual publican su Índice Global de Innovación) están Suiza, Suecia, Holanda, Estados Unidos, Reino Unido, Dinamarca, Singapur, Finlandia, Alemania e Irlanda.
El nuevo ser humano observa cómo su entorno cultural, social, político, religioso y económico se tambalea porque ha comenzado una nueva era, la digital. Y toda nueva era ve el nacimiento de un nuevo ser humano. Este nuevo hombre es “HumanOffOn”. Un Hombre que está aprendiendo a vivir entre dos mundos (el online y el offline) que ya son uno.
Hasta este momento, nos definíamos como humanos en relación a las diferencias que teníamos con el resto de las especies que habitan la Tierra. Desde ahora, lo que nos define como humanos lo empezamos a establecer en base a las diferencias que tenemos con las máquinas.
Estamos asumiendo que el cambio tecnológico ya ocurrió. Ahora toca asumir el cambio humano. Son cambios de paradigma profundos e interesantes que apelan más a la comprensión antropológica que tecnológica del fenómeno.
En esta nueva era volver a poner a lo humano en el centro es fundamental. ¿Qué es real y qué no lo es? ¿Qué tipo de realidad artificial queremos vivir? ¿Que nivel de realidad somos capaces de soportar?
Este post no ha sido escrito ni por un bot, ni por una inteligencia artificial. Pero no descartemos que en el futuro si lo haga.
Muy interesante y a la vez preocupante
Avanzamos técnicamente pero no emocionalmente
Hay que estar atentos para que no se anulen nuestras emociones y sentimientos y nos convirtamos en robots
Te felicito Andy!!! Y Cariños Loly
Nueva fan y pensadora de sus palabras.